Tenemos campeón de la NBA, y tenemos
dinastía. Los Heat han conseguido su segundo anillo consecutivo en un séptimo
partido que, como toda la serie, pasará a la historia de la NBA. Hemos visto
una final de una calidad exquisita, con dos equipos completamente diferentes
mostrando sus estilos en el campo. Con un señor llamado Tim Duncan demostrando
por qué es el mejor ala-pívot de la historia, a pesar de sus 37 años. Con un
LeBron James superando poco a poco las dificultades que la serie imponía poco a
poco. Y, por supuesto, con siete partidos completamente distintos que nos han
permitido vivir una final de escándalo, muy alejado de lo que se esperaba en un
principio.
Anoche LeBron sabía lo que se jugaba, y no se andó con
chiquilladas. En los anteriores encuentros le había costado demasiado entrar en
calor y comenzar a anotar puntos, pero esta vez no fue el caso. Desde el minuto
1, James aportó en ambos lados de la cancha, manteniendo a su equipo por
delante en el marcador durante la mayor parte del encuentro. La sensación que
daba en todo momento era que Miami podría escaparse cuando quisiera en el
marcador. Pero San Antonio es un equipo durísimo, con cuatro anillos a sus
espaldas para un tal Duncan y con un chaval, llamado Kawhi Leonard que, a sus
21 años, se está haciendo un hueco entre las estrellas de la NBA. Anoche el
chaval fue el estilete principal de San Antonio con 19 puntos y 16 rebotes, un
auténtico partidazo para alguien que juega sus primeras finales. Es un chico
especial, igual que lo ha sido toda la vida LeBron.
Hablando de James, la bestia logró lo que no había
conseguido en ningún otro partido de la serie: anotar de 3. Hasta 5 triples
anotó James en el encuentro, flotado constantemente por un Leonard que se
equivocó mucho en la defensa del rey, permitiendo a James terminar con 37
puntos, aunque estuvo intratable durante los 48 minutos. La sorpresa de la
noche la protagonizó un tal Shane Battier. El jugador más sucio de la NBA se
había planteado incluso la retirada después de la serie de Indiana y gran parte
de esta última, en la que hubo partidos que no jugó ni un solo minuto. Anoche
le salió cara en la moneda al exjugador de Memphis y cosechó 18 puntos con 6/8
en lanzamientos de tres, siendo uno de los 5 jugadores de los Heat que
consiguieron anotar (curioso dato).
Llegados al último cuarto, mejor dicho, llegados a los
últimos segundos del encuentro, nos encontramos con Miami 2 puntos arriba y
posesión para San Antonio. La defensa de los Spurs había permitido una jugada
bastante clara, con Duncan defendido por Battier. Solo necesitaba el gancho de
toda la vida, algo que había practicado durante su longeva etapa en la NBA. La
cogió Duncan, dispuesto a hacer su trabajo, se zafó con facilidad de Battier y
soltó el gancho, con un resultado completamente diferente al que todo el mundo
esperaba. Duncan falló el gancho, falló el palmeo y la pelota fue para Miami.
Cuando los Heat pisaron la mitad de la pista de San Antonio, Tim golpeó el
suelo con fuerza, sabedor de que el partido estaba perdido, y que una
oportunidad así no se podía dejar escapar jamás. Le tembló la mano a Duncan,
demostrando un poco de humanidad, toda la que no había demostrado durante la
serie. A partir de ese momento, San Antonio fue un juguete en manos de Miami.
El físico había dicho basta, los texanos habían inclinado la rodilla. “Pronto
la liga será tuya” le dijo Duncan a LeBron cuando se llevó su último anillo en
2007. Ahora la liga es suya, y Tim es un espectador más ante el show del rey,
que parece no tener fin (88-95).